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jueves, 1 de diciembre de 2011

El viajero ilustrado: Los molinos. Artículo

Interesante artículo que trata sobre molinos de viento, es una lástima que no se acompañara con imágenes, os lo transcribo entero.

Cuando se mencionan los molinos de viento, viene a la memoria de muchos, y a la del Viajero Ilustrado, la imagen de la que se valió Miguel de Cervantes Saavedra para hacer lidiar a su magnífico caballero con unos supuestos gigantes (precisamente, los molinos), y que derivó en la ya clásica metáfora de la lucha que se entabla contra causas imposibles Por eso, cada vez que el vasto mundo ofrece a sus ojos el espectáculo de los molinos danzando al ritmo del viento, El Viajero no puede menos que recordar la imagen más perenne de Don Quijote. Y no deja de maravillarse ante el ingenio del trabajo humano que ideó semejantes construcciones para, básicamente, moler granos, utilizando tanto la fuerza del viento como la del agua.
Como se sabe, quien visita La Mancha, en España, no pregunta por otra cosa que por los famosos molinos contra los que peleó el Caballero de la Triste Figura. El Viajero sabe que en Mota del Cuervo (Cuenca) está el molino más grande del mundo. Pero no por ello deja de visitar los de la región de Murcia, en el legendario Campo de Cartagena. Como aún se puede ver, estos molinos tienen aspas de lona en forma triangular. En Madridejos (Toledo) hay un molino, llamado del Tío Genaro, que tiene más de 400 años; El Viajero se emociona cuando recorre su interior de huesos resecos e historias incontadas.
El molino de viento clásico, entiende El Viajero, consiste en una estructura de piedra de forma cilíndrica o troncocónica, de base circular; tiene una parte superior independiente con aspas que transforman la energía del viento en energía mecánica.
Hay una variante, usada sobre todo como molino harinero, que se activa con energía hidráulica. En la isla de Kampa, sobre el río Moldava, en la bella Praga (República Checa) se construyeron, en el siglo XII, canales con el sólo objeto de hacer funcionar los molinos. El Viajero sabe que hubo centenares de estos artefactos moviendo sus aspas al compás de las agitadas aguas de los canales, pero hoy sólo quedan tres. El Viajero no se priva de visitar el molino del Gran Priorato, cuya rueda de ocho metros gira lentamente junto a un puente que conduce a la Plaza del Gran Priorato de los Caballeros de Malta.
Como sabe El Viajero, el primer molino de viento fue ideado por Herón de Alejandría, dos centurias antes de nuestra era, y servía para mover los fuelles de un órgano. Los persas, más prácticos, los usaron para riego y molienda. Estos modelos llegaron a Europa de la mano de los cruzados. Ya en el siglo XI, Inglaterra había adoptado el invento y, poco después, estaban diseminados por todo el continente. Estos primeros molinos consistían en una estructuras de madera. Las aspas, a veces muy grandes, aprovechaban aun las brisas mínimas.
La estructura de madera fue luego reemplazada por una torre de piedra coronada por una estructura rotativa que soportaba el eje y la maquinaria superior. Este modelo se impuso en Francia en el siglo XIV. Pero, como sabe El Viajero, fueron los holandeses quienes capitalizaron sus vientos marinos. Cerca de Amsterdam, Zaanse Schans es una especie de museo al aire libre sobre la vida rural. Llegó a tener 800 molinos, de los que perduran unas decenas para deleite de los paseantes.
Los molinos hicieron un gran aporte a la literatura y a la pintura. Vincent van Gogh plasmó su “Cantera de molinos de viento en Montmartre”, donde solía vacacionar. Quizá le recordara algún paisaje de su infancia. Es que el molino, entiende El Viajero, lleva a la ensoñación. Ver esas aspas enormes propulsadas por el viento es casi un milagro. El Viajero sabe que esta idea llegó a las mesas con los molinillos de café. Y tuvo otros usos, como cuando se colocaban molinos de papel en los campos para ahuyentar a los pájaros. O esos molinitos que los chicos colocan en sus bicicletas para marcar la dimensión de su vértigo y diversión.

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